Ecuador

Escuché que una de las actividades que realizan los turistas cuando viajan a Ecuador y se paran justo en la frontera es vaciar recipientes de agua en embudos para ver hacia qué lado giraba el líquido. Según me contaron, al pararse a un lado gira hacia la derecha, y, al pararse al otro, a la izquierda.

También escuché una conversación que sostuve con algún grupo humano que no puedo diferenciar de los demás. Era una especie de ridiculización del paradigma científico newtoniano en la que proponíamos formas de caer del agua en el mismísimo punto del ecuador, aquel ecuador geométrico que los físicos deberían haber calculado pero jamás visualizado.

Decíamos que había varias posibilidades. La más obvia, que el agua cayera justo para abajo. La menos, decía que el agua saltaba hacia arriba. La psicodélica proponía que, además de saltar, salían colores y formas que adornaban los cielos.

Pensamos en viajar a ver qué pasaría con el agua, echarla a correr nosotros mismos, observar empíricamente la situación discutida. También se propuso la idea de que era mejor vivir pensando en nuestras propias vivencias y permitir que la imaginación hiciera estragos en nuestra percepción de la realidad, a saber, una buena idea.

Así seguimos discutiendo, riéndonos con cada vez más ganas de la existencia histórica de personajes como Bohn, Einstein o, en un punto álgido del problema, Neruda, que nos lucía como un modelo a seguir que ejercía tanta fuerza en nuestro imaginario, tan poco objetivamente, tan estimulador de una profunda resistencia. De esas resistencias implícitas, innatas.

Recurrimos al facilismo. Dijimos que era mejor vivir resistiendo los problemas que enfrentándolos inútilmente. Las opciones eran vivir con honor o morir con gloria, pero sólo éramos capaces de resistir en silencio o de morir en el olvido, algo así como la más baja representación del hommo sapiens.

Si bien la física tiene aciertos, coincidimos en que, en general, estimula lo más bajo de nosotros mismos. La gloria estaría en el camino de la física sólo porque lo que necesita para existir es un criterio, un consenso de no-verdades y no-mentiras que genere causalidad en la forma de organización social.

Por lo que concordamos que, a pesar los aparente males que se han producido a través de la existencia del conocimiento empírico, la única forma de averiguar de qué manera se mueve el agua al arrojarla en el punto magnético exacto del ecuador, es utilizando sabiamente la imaginación. Esto porque aquél punto tiene tan poca existencia como la cantidad de masa que un sólo punto refleja en un plano cartesiano tridimensional. Lamentablemente, nadie lo va a encontrar.

1 comentarios:

iuarfader dijo...

Sí, claro, el guerrero vive mejor consigo mismo que el pusilánime, aunque a veces se rompe los dientes contra el pavimento, o sea que tiene que elegir los molinos de viento contra los cuales acometer.
En el Ecuador y en sus inmediaciones debe ser lo mismo, no nos queda más que ir para allá a verificarlo.
En todo caso, el Ecuador es un lugar geométrico, no magnético.

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