Cuatrocientas palabras.


pato.
Cargado originalmente por Rigoberto Gonzáles
Extranjería.

Nosotros, cuando caminamos por la calle, no vamos pensando en que somos santiaguinos.


Marketing.

Lo primero fue pagarle a la gente para poner publicidad en los techos de sus edificios. Después les pagaron por las ventanas. Después, por los autos. Más tarde empezaron a pagar por palabras: uno tenía que usar el camino a la oficina para comentarle a los otros pasajeros las maravillas del detergente, la necesidad del computador, la grandeza del pisco, la nobleza del retail. Buena plata. Ahora no podemos conversar de nada más.


Sin primos.

Toda mi vida he escuchado a la gente hablar de sus primos. Que fueron con el primo a la playa, que estaban en la casa de su prima o que tenían que hablar algo con su tía. Yo nunca he tenido primos a los que contarles una noticia, ni casas de tías donde almorzar el domingo, ni abuelos con historias fantásticas del pasado. Yo crecí en una familia de fines del siglo veinte, con una que otra comodidad, cable en los novena e Internet en el dos mil. Pero primos nunca he tenido.


La muerte del pintor.

A mediados de noviembre se murió el pintor. La pintura de la brocha había estado en el living desde mi llegada; también el cuadro del hombre acostado, mirado desde arriba, con las manos en la nuca. Pero en noviembre se murió el pintor; y la señora Ana, sola en su pieza, se sentó de espaldas a la tele y lloró.

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