-Oye, weón

-¿Ah?
-¿Cachai la weá del cemento, weón?
-¿Cómo?
-Así como cuánto cemento hay antes de la tierra.
-Puta, no sé, su resto igual, po.
-Pero, ¿cuánto, po?
-¿Sus veinte centímetros?
-Sería caleta.
-Sí, weón. ¿Y qué weá?
-No, que el otro día me dijeron una weá.
-¿Qué wea?
-Puta, según un weón antes las calles eran de madera.
-Puta, demás po weón.
-Sí po.
-En volá se quema toda la weá.
-Esa weá me dijeron po.
-¿Qué se quemaba toda la weá?
-Claro, onda Temuco.
-¿Y el weón es de Temuco?
-No, es de Valdivia.
-¿Y cómo sabe esa weá?
-Dice que era la cagá, que se veía de Valdivia.

¿Qué pandemia?

El fascismo nos ataca, vertiginosamente. Ahora salieron con una pandemia. ¿De qué hablan? ¿De que han muerto cuántos mexicanos por la influenza porcina?, ¿cien?, ¿doscientos? Pongámosle mil. ¿Cuánta gente vive en México? Casi ciento diez millones de personas, según Wikipedia. O sea, uno cada ciento once mil mexicanos, exagerando como loco. Dos canadienses y uno que otro gringo y español. ¿Eso es una epidemia? ¿Una pandemia? ¿Por eso le andan entregando mascarillas para andar por la calle a los mexicanos, han suspendido las misas, el público en el fútbol, y las clases en los colegios?

No, mentira. Ni epidemia ni nada. Estrategia del miedo, será. Políticas comunicacionales de los Estados. Quieren que temamos, que estemos asustados. ¿Cuánta plata están ganando los laboratorios, o cuánta van a ganar con sus vacunas y remedios? Sabemos que son los laboratorios los que controlan gran parte de las economías, basta con ver esa película, El Jardinero Fiel. Se lo hicieron a África en esos años, el año pasado a Asia con la tontera aviar, y ahora le tenía que tocar una “pandemia” (concepto extraño que inventan para que suene más pomposo todavía) a América. ¿Cuánta gente muere de cánceres, de SIDA, asesinada por estadounidenses al día? Claramente más que por estas gripes terribles que ponen a andar. Las guerras, las matanzas sí que son una epidemia. Esta epidemia no es tal, quieren miedo. ¿Por qué, sino, iba a suspender las clases?

¿Quieren miedo? Aquí les tengo algo bueno. Fui a la Clínica las Condes hoy. Tenía que hablar algo (no daré más información al respecto) en el área de Comunicaciones de la Clínica. Mirando, pasando los ojos por aquí y por acá mientras esperaba un papel, leí un documento aparentemente oficial del centro médico: tenía unas cincuenta páginas tamaño carta, los logos oficiales de la Clínica y en su portada versaba una oración macabra. “Influenza Porcina en Clínica las Condes”.

Ágilmente, una persona que acompañaba mi travesía a aquél poco humilde lugar, hizo una que otra pregunta a una fuente oficial de la empresa. Ésta le comentó que había unos cuantos casos y luego puso cara de “chuuucha, la cagué”.

Sin título aparente

Estaba escuchando unas canciones que, pensé después, pueden ser tituladas, conociendo la historia de las canciones y de los autores, igual a cómo Beethoven tituló su tercera sinfonía: Eroica. Resulta que este hombre escribió aquella sinfonía mientras avanzaba la Revolución Francesa, la cual él apoyaba y admiraba. En un principio, como sbemos, Napoleón era un buen hombre, que era representativo del pueblo francés y encandilaba a las masas. Ludvig le dedicó, entonces, como solían hacer los músicos de esos años, si tercera sinfonía a un gran hombre de la época: Bonaparte. Más tarde este gran hombre se auto coronó emperador, cosa que a Beethoven molestó mucho, cometiendo un acto que ahora lo hace famoso. Tomó su lápiz, lo dio vuelta para borrar la dedicatoria, y lo hizo con tanta fuerza que rompió tanto el lápiz como la primera página de la sinfonía. Cogió otro lápiz y escribió: "Sinfonía Nº3: Eroica, compuesta pra festejar el recuerdo de un gran hombre". Algunas otras obras musicales que podrían titularse así con: I looks at you, de los Doors; Vamos, de los Pixies; Creepin' in, de la Norah Jones; Gitana, de los Fabulosos Cadillacs, el Vals de la profundización de la democracia, de Inti Illimani y Sick & Tired, de los Cárdigans.

Listado uno

Me gusta hablar de cosas fomes. Me gusta ver tele. Me gusta hacer zapping por los canales nacionales. Me gusta andar en bicicleta, aunque se te pasa la volá. Me gusta salir a caminar. Me gusta mucho fumar cigarrillos. Me gusta leer, a veces. Escribir también a veces. Me gusta apretar el botón de página aleatoria en wikipedia. Me gusta calcular cosas. Me gusta subir o bajar escaleras y sentir que no se acaban nunca. Me gusta leer cosas de la u. Me gusta beber alcohol, aunque cada vez menos. Me gusta comer frutas. Me gusta escuchar la novena sinfonía de beethoven. Me gusta buscar, en youtube, canciones que no tengo en el winamp. Me gusta besar. Me gusta entrar a clases. Me gusta transpirar de calor. Me gusta fumar marihuana. Me gusta tener que hacer cosas importantes, o que requieran concentración, por difícil que me resulte. Me gusta ir al supermercado, y demorarme en elegir las compras. Me gusta estar acostado y tratar de olvidarme de mis límites. Me gusta mirarle la cara a la gente en el metro. Me gusta inventar historias para la gente que está al fondo de las tomas que hacen los noticiarios en la calle. Me gusta hacer diálogos conmigo mismo. Me gustar argumentar, y contra argumentar y convencerme y desconvencerme. Me gustan más los melones que las sandías. Me gusta perderme parte de las conversaciones. Me gusta ducharme. Me gusta acostarme. Me gusta despertar de una corta siesta. Me gusta toser. Me gusta andar en micro. Me gusta hablar, o cómo se me pone la voz. Me gusta imaginar cosas en la calle. Me gusta cambiarme de ropa. Me gusta buscar la llave adecuada, y achuntarle a la chapa en la oscuridad. Me gusta apretar la caja de la leche para poder oler si está buena o no. Me gusta prender el calefón y pensar en girar la perilla un poco más o un poco menos. Me gusta tirar la cadena. Me gusta cuando los vendedores le hacen barra a sus productos. Me gusta cuando un krishna te habla en la calle. Me gusta cuando los evangélicos cantan. Me gusta cuando la gente me cuenta cosas que no me interesan haciendo como si me interesara. Me gusta hablar de cosas que no me interesan. Me gusta encontrar malo un sándwich caro. Me gusta comprar el diario y no leer nada de él. Me gusta que haya unos cuantos libros cerca de mí. Me gusta levantar una mano y que un grupo de palomas salga volando. Me gusta inclinar todo mi peso hacia un lado en la bicicleta. Me gusta molestarme con automovilistas despreocupados. Me gusta poner pensamientos en mentes ajenas y desconocidas. Me gusta cuando alguien tiene algún problema en la calle y puedo ayudarlo. Me gusta inventar explicaciones para fenómenos que no comprendo bien. Me gusta enojarme porque la gente grita mucho. Me gusta reírme cuando alguien se tropieza. Me gusta ver los programas más malos que hay en la tele. Me gusta que se acaben las transmisiones y que el canal me informe esas tonteras que informan al final. Me gusta desenchufar en vez de apagar los artefactos eléctricos. Me gusta que todas las luces de una casa estén encendidas. Me gusta que la gente escuche música fuerte en sus autos. Me gusta pasar por fuera de una casa y ver una romántica escena familiar en el patio. Me gusta que la gente haga cosas en los patios de sus casas. Me gustan más los gatos que los perros. Me gusta que existan tantas ciudades, y saber que nunca las voy a conocer todas. Me gusta enfermarme, y sentirme mal. Me gusta ir a lugares como el banco y pelear con todas las supervisoras. Me gusta escuchar a Mozart, un rato, y después a Cristina y los Subterráneos.

Posibilidad

Un personaje que, con el tiempo, vaya aprendiendo la mejor forma de fumar, sus mejores momentos. Más viejo, entonces, como que calcula, y de repente dice “ahora” y se fuma el cigarro, y ese siempre es un buen cigarro. No como antaño, que había cigarros buenos y malos, y comentaba con los amigos “no estaba tan bueno ese cigarro, ¿ah?”. También se podría ver cómo el personaje va aprendiendo a fumar. Poco a poco se iría dando cuenta de algunos momentos malos para fumar, los clarificaría, los reordenaría un par de veces hasta memorizarlos y dejaría esos momentos. Al mismo tiempo organizando los buenos, dándose cuenta cuánto más bueno es el cigarro fumado en el momento adecuado. Claro que comentaría eso con las amistades, y alguna que otra amistad seguiría sus pasos. Un día andaría con un amigo en la calle y éste lo invitaría a fumar, pero el aconseja esperar uno momentos. Al rato le dice al amigo que lo hagan en ese mismo instante. Fuman y el amigo se sorprende de lo bueno que fue ese cigarro. El punto de quiebre secundario se situaría en el momento en que descubrió ese gran cigarro y lo empezó a buscar, claro que la historia conductora estaría en quizás qué anécdotas. Finalmente se da a entender que el fumar es una cuestión de sabiduría y de inteligencia, una combinación suprema para aquel placentero estado. Se connota que aquella enseñanza sirvió, de alguna forma, a solucionar el conflicto protagónico, y algún momento final contendría parte de estos agumentos.

Jiles V/S CUT

Exigiendo un Estado Social, Democrático y Solidario, la Central Unitaria de Trabajadores invitó a las “masas oprimidas” a marchar hoy por las calles de nuestro país. Orgullosos dirigentes clamaron, en el “acto central”, que se habían sumado a la convocatoria todos los regionales y provinciales de la central, desde Parinacota a Nueva Esperanza, y que en ese mismo momento, miles de trabajadores, en toda la nación, se “han reunido para escuchar el mensaje de sus dirigentes”.

La Pamela, fiel a su estilo, llegó tarde a la convocatoria de Plaza Italia, pero logró hacerse de un espacio cuando acabaron los incidentes de Alameda con Portugal. La marcha entonces desvió su rumbo y se abrió paso por Curicó, momento en que los jiles se apiñaron frente al lienzo de la Central, con el excelentísimo Arturo Martínez a la cabeza.

Diez metros delante del susodicho, periodistas se acercaron a nuestra candidata, que a esas alturas había sido mojada por el guanaco y tenía los ojos inyectados de un rojo intenso. Uno que otro maricón sostenía el lienzo, pintado a mano, que rezaba “Pamela Jiles Presidenta”. Para contestar las preguntas de los reporteros, la Jiles caminó más lento, cosa que a los “dirigentes de los trabajadores” molestó profundamente, escuchándose gritos del calibre de “esta marcha es para los trabajadores, no para la farándula”, “agilá culiá, métete el cartel por la raja” o, simplemente, “maraca culiá”.

Repentinamente, los dirigentes nacionales de la CUT, dirigidos por Arturo Martínez, levantaron su lienzo y comenzaron a correr, cosa extraña, pues el grupo comandado por Pamela seguía frente a las cámaras. No importaba, la idea era golpearla a ella y a su grupo. A patada limpia, las Fuerzas Especiales de la CUT (fortachones uniformados con jockeys negros con letras amarillas, igualitos a los del FBI), hicieron a un lado a los maricones, y la Jiles, sin saber qué hacer, se encontró con un Arturo Martínez enfurecido, que, además de insultos, le propinó un empujón que la dejó en el suelo.

El mismo hombre, presidente nacional de la cut (ya no se merece ser escrito con mayúsculas) quedó de pie frente a su lienzo, con un periodista del otro lado. Sintió un empujón en su hombro y escuchó al corresponsal decir “esa es tu weá de respeto, conchetumare”. Inmediatamente dos combos del “dirigente” fueron esquivados, y arturito comenzó a darle patadas a través del lienzo. Seis o siete policías de la cut se acercaron al reportero y, a patadas e insultos, lo alejaron del lugar.

En ese momento la Jiles decidió conversar la situación con el cabecilla e intentó acercarse a él, cosa que fue imposible debido al actuar de los matones que, no conformándose con la arremetida anterior, la propinaron empujones, patadas, insultos y una serie de “mamones” (tomaban la cabeza de la candidata y la acercaban brusca y torpemente a su genital, seguramente pequeño).

El periodista anteriormente mencionado se acercó minutos después a tomarle una foto a martínez. Al apuntar la cámara, éste lo notó y, pasando por debajo del lienzo se encaminó hacia el fotógrafo en actitud de combate, haciendo relucir su pequeño pecho y empuñando sus arrugadas manos. Un par de matones se interpusieron y volvieron a insultar a quien escribe con epítetos de la calaña de “fascista”, “la prensa burguesa no nos interesa” o “métete la cámara por la raja” (la palabra raja era una de las favoritas de la cut).

Ya en el acto central, sobre un podio de exagerados metros de altura, después de haber sido mencionado durante varios minutos por otro orador, arturito martinez declaró que “son los infiltrados, los que andan provocando peleas en las marchas, los que provocan a los trabajadores, los infiltrados de la derecha y de los pacos (sí, dijo “pacos”), los que desarman el movimiento sindical chileno”.

“Fascismo puro”, pensé, y me retiré indignado.

La tele me consume

Me acuesto y sintonizo el partido de Chile. Es el primero de abril y, en vez de seguir a mis amistades, a una fiesta donde se sintonizaría el partido, me acuesto en mi cama y observo. Pasadas las 19:00 comienza el partido. Poco a poco me voy molestando con el relato y los comentarios, sobretodo con lo que habla Pedro Carcuro. Me impresiono una vez más con la cantidad de años que un hombre como él lleva en la televisión.

Se acaba el cero a cero y comienzan las noticias. Nada especial, como siempre. Un par de muertos, un político le contesta a otro en una conferencia de prensa a cientos de kilómetros, un grupo de manifestantes se transforma en un grupo de delincuentes. No puedo dejar de mencionar mi malestar con cada “Crónica” de 24Horas: todas iguales, fomes, largas. Pese a que son noticias, cosas actuales, las hacen en un idioma ridículo y poco empático, donde el periodista se muestra como un experto sin serlo, donde no se responden las preguntas adecuadas, donde no se eligen los temas por su necesariedad, sino por el morbo y la tontera.

En el tiempo, Luis Weinstein me informa del calor futuro. Recuerdo el juego de palabras que él mismo creó y narró unos minutos antes del fin del 2008. Lo veo ahora, recuerdo eso, y me doy cuenta que éste parece ser un buen hombre. Incluso puede que tenga buenas intenciones.

Después de un par de comerciales parte Última Salida. Es la segunda vez que veo el programa y me parece alucinante, morboso e innecesario. Pocos días después sólo recuerdo algo acerca de un adicto a no sé qué que se negó a tomar un tratamiento para su adicción. La secuencia lógica de un programa como aquél parece ser (Protagonistas de la fama+Vida 2000)->(Rojo: Fama-Contrafama+Doctor Vidal: Cirugías que curan)->Pasiones->¿Cuánto me quieres?->Última Salida.

Comienzo a pensar que la aparición de un programa como éste, una especie de docureality, no puede haber sido azarosa, así como la aparición del Realityshow, en la que se juntó un grupo de “expertos” a pensar en un programa. Un docureality como éste parece la conjunción de un montón de otros programas, de textos, una hipertextualidad donde se transmite más de un show a la vez, y donde se mezclan extrañamente la medicina, el morbo y aquello que en la tele llaman “realidad”.

Después de soportalo una hora aparece Dr. House. Él me agrada. Es de esas personas en las que suelo depositar mis pretensiones futuras. Es fascinante cómo se muestra duro y agradable, y cómo, de cuando en vez, es un hombre como cualquier otro, que se enferma y que no tiene con quién compartir su tiempo libre. En ese capítulo de la quinta temporada se tropezó con algo, y siguió caminando como si nada. Ese tipo de aciertos me convencen de que la televisión estadounidense tiene muchas ventajas frente a la chilena. Los personajes de acá, aunque puedan simpatizarte mucho, como Tito Larraín o los hermanos de Una Pareja Dispareja, nunca tienen ese dejo de nostalgia que invade las series norteamericanas, ni esa oscuridad de las películas francesas, ni esa claridad del teatro.

Empiezan nuevamente las noticias y vuelven a aparecer los muertos. En las noticias hay muchas muertes. Una vez vi una película de Michael Moore donde mostraba los noticieros canadienses. Los problemas más terribles que mostraban de esa sociedad pretendidamente perfecta eran cosas como la altura de los lomos de toro o el exceso de ciclovías. Bien por ellos. Mal por nosotros. No creo, en todo caso, que si las noticias chilenas fueran así nuestra sociedad sería mejor. Incluso, tal vez, todo lo contrario. Pero estoy casi seguro de que sería distinta.

Luego veo el capítulo de repetición de Los Exitosos Pells, el mismo del día anterior, pues a la hora de la teleserie estaban dando un programa referente al partido que transmitía Canal 13. Era tercera vez que transmitían esas imágenes, y el día domingo lo harían por cuarta. No hago más que molestarte con la planicie que se posa como una pared frente a cada personaje, excepto al gordito que es director de las noticias, que me parece un personaje interesantísimo. Días más tarde, cuando ese personaje estuvo de cumpleaños, dejé de verlo así, mas no dejé de ver el programa.

Otra vez aparece Dr. House. Veo el programa en su totalidad, pero no puedo evitar pensar en la decadencia de un canal que repite de esa forma sus adquisiciones extranjeras, como Canal13 con Los Simpsons. También me sorprendo de las 4 transmisiones diarias de noticias, y de la repetición de la teleserie. Puede ser un deseo por hacernos pensar la realidad desde una sola perspectiva. Más bien desde unas cuantas, que las decide quién sabe quién. Hace unos días un profesor decía algo que bien podría decir yo: con la cantidad de noticias que se producen, es imposible que un solo hombre las lea, escuche y vea todas. Imposible. Me imagino que hay personas que quieren que veamos su versión de la realidad. Y hay tantas versiones que se crean montones de textos paralelos y ajenos. Algo así como una súpertextualidad, sobretextualidad, megatextualidad, o como sea.

En fin. Se acaba por segunda vez la serie estadounidense y una voz en off me informa un par de cosas que no me interesan del canal, su visión y misión, su alto cargo y la dirección de éste. Aparece una foto del frontis del canal, y la programación que comenzará en 4 horas más.

Absorto, cambio de posición después de siete horas. Me siento en la cama, desenchufo la tele para no tener que pararme a apagarla, me acuesto, y espero.

La vida

Sólo quería decir que si uno no vive, no disfruta. Si disfrutar es lo que hace la vida algo bueno, entonces hay que vivir. Y si mantenerse vivo es la única forma de vivir una buena vida, entonces lo más importante para mantener una buena vida es no morir. Y si uno se muere una sola vez, así como uno nace una sola vez, entonces no hay posibilidad de equivocarse. O sea que de los errores no se aprende.

Otras volás

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