ajá

No... nada.

Perdámonos por los edificios.

"Oye, te invito a unos tragos, hablemos un poco y perdámonos por los edificios. ¿Cómo te llamas cuando me tocas?" -Colombina Parra

Andrés se juntó con Alejandra por octava vez en octubre de 1998. A ninguno le preocupaba la devaluación de la moneda tailandesa ni el efecto dominó que afectó la cesantía en Chile. No, ellos sólo querían conocer sus nombres, y lo intentaban una y otra vez. “¿Cómo te llamas?” le preguntó Andrés por octava vez la octava vez que la tocó, y ella por octava vez le respondió “Alejandra”.

-Es que me haces dudar de mis sentidos. Cuando te conocí no te llamas Alejandra. Ahora te pienso como Alejandra, pero sé que no te llamas Alejandra, Alejandra.

Era la octava vez que les pasaba lo mismo. La séptima fue cuando Andrés sintió que por séptima vez recorría calles con una desconocida que las conocía mejor que él, y que lo guiaba por pasajes oscuros y por avenidas absurdamente transitadas.

-¿Cómo está tu mamá?, supe que tenía cáncer, o algo así.

Su mamá había tenido cáncer, claro, pero había muerto hace años, poco después de la cuarta vez que le preguntó cómo se llamaba. Andrés había odiado a Alejandra durante un tiempo a causa de la muerte de su mamá, por que se sentía culpable de pensar en el nombre de una mujer casi desconocida durante el velorio. Sentía que debería estar sintiéndose triste y teniendo bonitos recuerdos, pero no podía, así como sabía que no podía pagar los costos del funeral. “Es por esta tropa de mentirosos que gobiernan, ¿cómo me van a cobrar por un funeral?, es casi inhumano”.

-No me recuerdes a esa mujer ahora. Ahora estoy contigo, y no sé cómo te llamas.

Sabía que lo iba a saber, o a intuir en poco tiempo más. Todas las veces era igual, alcohol y caminatas. Se conquistaban pensando que conquistarse estaba pasado de moda, así que lo hacían con nostalgia. Se decían una que otra cosa sugerente en intervalos largos, media hora o más; se rozaban, se abrían las puertas o se pasaban innecesariamente cosas en la mano, se hacían comentarios innecesarios y se mostraban como seres perfectos innecesariamente: sabían que no eran perfectos, pero hacían como que podían serlo, por lo menos en esas situaciones.

Esa séptima vez, Alejandra le comentó que había escrito una palabra que nunca antes había escrito, y que cuando la leyó la encontró rara, como si fuera otra palabra. Se la imaginaba como una palabra con ese y con una k, pero al escribirla, la descubrió con ce y con q.

-¿A ti te pasa lo mismo conmigo, cierto?

Le pasaba seguido. Las letras de Alejandra no tenían mucho que ver con la imagen que él tenía de Alejandra, tenían más que ver con un lago, o con una coliflor, o con la palabra alcachofa, pero no con una alcachofa o con una mujer. Menos todavía con la imagen que tenía de ella. Le parecía que eso era porque la forma en que se relacionaba con ella estaba más ligada a la palabra edificio, enfrentar, ofrenda y fragata, y cuando las coliflores se le venían a la cabeza pensaba en letras, no en personas. Varias letras juntas que creaban en él una imagen mental muy alejada de la que se suponía, cosa que le molestaba.

-A mí también me molesta tu nombre. Para mí eres Andrés, y Andrés se parece mucho a un árbol y al verbo become, en inglés. Debe ser porque tú llegaste a ser Andrés.

Ninguno recordaba con nostalgia las ocasiones anteriores que se habían preguntado los nombres. Sólo Alejandra, que sólo se lo había preguntado una vez y se había conformado, tenía un sentimiento hacia aquella breve situación, pero Andrés lo recordaba sin pensarlo. Lo recordaba así, simplemente. Lo que recordaba con más intensidad era la sensación de obviedad que tenía en cada encuentro. Sentía que todo lo que hacía era obvio, lógico, y lo hacía concientemente, pero no podía evitarlo. Abría las puertas y entregaba las flores inundado por un sentimiento de tristeza. Algo le decía que hacer las cosas de esa forma era aburrido, demasiado obvio para ser bonito, pero tenía que actuar así para poder llegar al momento de la pregunta. O, por lo menos, no sabía llegar de otra forma.

-¿Cómo te llamas?

Alejandra se enfureció. ¿Por qué tenía que escuchar esa pregunta cada vez? Se levantó y se vistió bajo la mirada atónita de un Andrés desnudo y sudado.

-Estamos en lo mejor y sales con eso. ¿Qué te pasa? ¡Me lo dices como si no me conocieras!

Él no sabía qué responder. Efectivamente sentía que no la conocía cuando sentía las manos en su espalda y el pelo en la cara. Se preguntaba incesantemente por el nombre de la mujer que tenía encima, por el apellido, dónde vivía, qué comía, quiénes eran sus padres, dónde había nacido, dónde pensaba morir, qué programas escuchaba en la radio.

(…)

La novena vez que se vieron, el 8 de agosto del 2008, él sabía exactamente qué hacer. Le había propuesto ir a un bar a ver la inauguración de los juegos olímpicos. Se acercó y le hizo la pregunta.

-¿Cómo te llamas? -Angélica, ¿y tú? -Roberto.

Rápidamente le tomó la mano izquierda, la cruzó por detrás de su cintura, la tomó con su propia mano izquierda, le acarició el hombro derecho y deslizó toscamente (no sabía hacerlo de otra forma) su mano por la espalda hasta llegar a la cintura, la que apretó contra su cuerpo para sentir el olor de los senos.

Al amanecer, Andrés vio cómo Alejandra se levantaba y ordenaba sus cosas.

-Tú te llamas Andrés. -Tú te llamas Alejandra.

Se levantó también, ordenaron sus cosas y se perdieron por los edificios.

Ocho malos palíndromos.

"No, Omar, la osa casó al Ramón".

"Aroma a mora".

"O dale la anilina al helado".

"Ale, Ina, David, Diva, Daniela".

"Acá va la vaca".

"Avala la lava".

"¿Oca? ¡Camisa!... sí, macaco".

"¡Ana gana! ¡Ana gana!"

*Si no sabe lo que es un palíndromo, lea las tonteras que están entre comillas al revés. Comprenderá rápidamente.

Discurso municipal tipo

Queridos conciudadanos:

Mujeres y hombres de mi comuna. Este es un año crucial para el país. Es este un año en el que todos nosotros tenemos el maravilloso derecho de participar en el proceso democrático que a todos nos pertenece. Es un año de oportunidades, de esperanzas y de combate a las cifras de desigualdad social y de cesantía. Y esta comuna es una comuna con muchas necesidades, pero donde los vecinos siempre han sabido sobreponerse a las tempestades, y donde han sabido apretar los dientes en momentos críticos. Es una comuna con historia, con gente maravillosa, pero también con problemas. La delincuencia ha sido combatida, pero aún hay mucho por hacer; los colegios han sido reparados, pero no es suficiente; los hospitales han sido mejorados, pero falta mucho. No somos un país desarrollado, somos uno en vías de desarrollo, y nuestra comuna lo sabe muy bien.

Es por esto, vecina y vecino, que los invitamos a participar de este maravilloso proyecto, de esta maravillosa lista, donde no tenemos miedo de combatir los males que afectan a esta comuna, y donde sabemos que estos no son procesos inmediatos. Para solucionar los problemas que tenemos se requiere de mucha gestión, de buena gestión, donde la dignidad y la justicia serán pilares primordiales de nuestra obra. Nuestra idea fundamental es que usted nos apoye, nos brinde su voto, porque sin la ayuda de las personas no podremos avanzar. Pero también sabemos que en la comuna vive gente de esfuerzo, gente que tiene muchas necesidades, y es por eso que hemos desarrollado un plan especial para los vecinos trabajadores.

También apoyaremos a las dueñas de casa y a las jefas de hogar, porque el papel de la mujer en nuestra sociedad es cada vez más importante, y es necesario que ellas cuenten con todo el apoyo posible para poder salir adelante. Para esto, modernizaremos nuestro municipio, y haremos todo lo que esté en nuestras manos para alcanzar los estándares internacionales de gestión, pues sabemos que lo que necesitan nuestros vecinos es un municipio moderno y amigable, donde tengan cabida todos los habitantes de la comuna.

Yo siempre he sentido un especial cariño por esta comuna, sus árboles, sus plazas, su vida. Y especialmente por los niños de esta comuna, y es por eso que implantaremos un sistema que ayudará a mejorar la educación de nuestros niños, que son los más afectados por los problemas de la comuna, pero también siempre los más alegres y son ellos los que nos dan las esperanzas y las fuerzas para seguir trabajando por un futuro mejor.

Nuestra comuna se caracteriza por la alegría de sus niños, pero también por las necesidades que sufren nuestros amigos de la tercera edad. Ellos son el otro grupo más afectado por las necesidades. Sabemos que las pensiones son muy bajas, y por eso hemos trabajado en ello, y hemos creado proyectos pensando especialmente en ellos.

Sabemos que los problemas de nuestra comuna no son sólo los que he mencionado hasta ahora. En los últimos años se ha trabajado en los hospitales, pero aun no es suficiente. Los consultorios se llenan en el invierno y claramente no dan abasto. Es por eso que hemos estado todo el año trabajando con un equipo especial de médicos y economistas, quienes aseguran que en un plazo no mayor de dos años podremos tener grandes logros en el tema sanitario.

Ustedes me conocen, saben quien soy y saben lo mucho que quiero a mi comuna. Los invito una vez más a participar de este hermoso proyecto, en el que todos tenemos cabida.”

Literatura y anarquismo.

Si todas las ramas de la literatura, la lingüística, la filosofía, la semiótica, la antropología, los estudios de la comunicación, la sociología, los estudios culturales, entre tantas otras, exceptuando a algunos grandes de hace muchos años, como Platón o Aristóteles, para publicar sus estudios, o para escribir sus cuentos y novelas, o para realizar ensayos, o para postular documentos revisionistas necesitan citar, explícita o implícitamente a muchos otros grandes o pequeños intelectuales antiguos o contemporáneos, de forma que sus documentos tengan cierta base teórica; si se convierte en algo imposible la creación puramente original, y escuchamos una y otra vez las mismas ideas, dichas de una y otra forma, las mismas metáforas, los mismos lugares comunes, los mismos tópicos literarios; si las ideas con las que vivimos han tenido que madurar por generaciones para lograr que, incluso, las sintamos como propias y lleguemos a calificarnos los unos a los otros como “postestructuralistas” o “neoliberales”; si, durante milenos, hombres y mujeres de todo el planeta han desarrollado este mundo simbólico que nos rodea, poniendo uno a uno los granos de arena o las rocas que conforman esta estructura de pensamiento; si hay fanáticos de Neruda en Sudán y movimientos maoístas en Perú; entonces, ¿quién puede ser tan descarado como para decir “este texto lo escribí yo”, o “esta idea es mía”? Así cualquiera.

En contra del individualismo.

Me he fijado que para escribir filosofía, hay que leer filosofía. Para escribir historia, hay que leer historia. Para estudiar el universo, hay que aprender matemáticas. Para enseñar biología, hay que saber química. Para ser abogado hay que estudiar leyes, y para ser médico, medicina.

Resulta que para proponer un nuevo concepto de “espacio público” tengo que haber leído a Jurgen Habermas, y para calcular la altura de un árbol, teniendo sólo la distancia a la que estoy de él y el ángulo que dibujan dos líneas imaginarias que, partiendo de un mismo punto, van hacia la copa del árbol y a la base de éste, tengo que conocer los teoremas trigonométricos inventados por un griego, cuyo nombre no recuerdo, hace más de dos mil años.

¿Acaso un hombre no puede conocer el mundo por sí solo? ¿Es que necesitamos irremediablemente a otros hombres para entender lo que nos rodea?

Parece que sí.

Qué desgracia.

En contra de la historia.

¿Por qué necesitamos leer historia?

El problema lo retrata muy bien una metáfora tratada en muchas malas películas, y una que otra buena también, donde una persona pierde la memoria a corto plazo y cada día necesita revisar un libro, o un video, que le cuenta la historia de su vida, para después salir al mundo y fingir que considera verdadero el mundo que le mostró ese recordatorio, vivir según eso y comportarse como una persona normal.

Necesitamos leer a la historia, y también a la historia de la filosofía y del pensamiento, para poder fingir que el sistema de cosas en el que nos encontramos es coherente con algo, que no apareció de la nada, y que responde a una serie de sucesos comprensibles y sucesivos que lo explican. O sea, gracias a la historia aceptamos que existe un momento histórico en el que vivimos que se diferencia de otros momentos históricos en los que no vivimos.

Pero así como los hoyos negros no existiría sin la matemática y la física (pues nunca nadie ha visto uno), los momentos históricos no existirían sin la historia.

La historia, me parece, revisa a la historia para escribir más historia, la compara, la renueva, la muta. Creo que la historia debería revisar al hombre, al ser, a la esencia humana para poder crear algo coherente. Mientras creamos en la historia vamos a seguir fingiendo (tal vez de forma inconciente) que es coherente que este sistema de cosas exista, porque responde a una serie de sucesos históricos.

Yo no creo que el socialismo, la social democracia, el sistema social de mercado, el neoliberalismo, el feudalismo, el imperialismo, el absolutismo, el parlamentarismo o el presidencialismo sean coherentes con el ser humano. Por eso no creo en la historia.

Otras volás

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