Vodka

No me acuerdo cómo llegué a esa situación ni cómo salí de ahí, ni en qué parte de qué ciudad estaba, ni quiénes eran los que me rodeaban. Estaba en un carrete y sólo había dos conocidos, cuyos nombres dejaré en secreto para salvaguardar la integridad física y psicológica de ambos.

Ambos eran (son) novios. Eran novios en esa situación. En realidad, la gracia es que no eran novios; es decir, yo estaba carreteando con mi amigo y su ex polola, pero había más gente, así como veinte personas más, o treinta, y habían algunos bailando y todo parecía así súper entretenido. Y yo también estaba súper entretenido, porque estaba con amigos que yo sabía que eran mis amigos pero no sabía quiénes eran. Quiero decir que sólo tenía la certeza de que eran amigos, nada más que eso.

Eso era entretenido igual, porque eran de esos amigos que son buenos amigos pero que uno sabe que no necesita ni llamarlos ni nada y que no se van a sentir mal si los llamas después de cuatro meses sin contacto para invitarlos a emborracharse. Me rodeaba ese tipo de amigos, mi amigo cuyo nombre no mencionaré, y su, ahí, ex polola; acá, polola, con todas sus letras. Pero esto no se trata de acá sino de ahí.

Ahí estaba yo y la fiesta se estaba poniendo buena y yo me sentía poner bueno con ella. Había cerveza, y yo había tomado bastante cerveza, y de pronto empecé a tomar vodka piña, en un vaso de esos que son como de película gringa donde hay un hombre ocupado y serio que va el viernes en la noche a tomarse unos tragos de whisky antes de irse a su casa a ver a su horrenda mujer. Entonces yo estaba ahí con mi vaso, sintiéndome como un hombre estadounidense ocupado, cuando de pronto empezó a pasar lo inesperado.

Inesperado para mí en esa situación, porque cualquier persona con una mínima comprensión lectora ya habrá entendido de qué es que se trata esto. Y justamente se acerca la ex polola de mi amigo y, no sé cómo, de pronto estábamos bailando, cosa que no hago regularmente; y, tampoco sé cómo, de pronto estábamos como en medio de un baile de cortejo. Me refiero a que ella me cortejaba a mí y yo la cortejaba a ella.

Ella me miraba y yo me acercaba, y una cosa lleva a la otra y la otra a la siguiente. Pero yo no llegué tan lejos. Me acuerdo que mientras bailaba con ella estaba constantemente pensando en toda la problemática moral y social que significa cortejar a la ex novia de tu amigo, más que porque me molestara a mí, porque le podía molestar a él. Más tarde pensé que yo no quiero pensar así; después volví a pensar así; después había tomado demasiado vodka; y después pensé que los sucesos posteriores fueron causados por los anteriores; como todas las cosas del mundo, que primero son de una forma y después se dice que eso evolucionó.

Evolucionó la situación y yo que me acercaba más y más a ella. Pasó algo que ahora me parece muy tonto, aunque en aquella situación parecía ser lo adecuado. Sin saber si tirarme a la piscina o no, decidí acercar mi cara a la suya tanto como para que, si ella quería tomar la iniciativa, no le costara nada. Entonces me acerqué y me acerqué, y ella, dejándome hacerlo, mirándome a los ojos, pasó sus labios por sobre los míos. Quiero decir que sus labios se replegaron con los míos, pero ninguna de las bocas se abrió, la suya no sé porqué no lo hizo, la mía no lo hizo porque estaba esperando que la otra lo hiciera. Recuerdo incluso que su boca pasó desde mi izquierda hacia mi derecha.

Derechamente decidido a actuar, tome su nuca con la mano derecha, su cintura con la izquierda, y la besé. Sólo recuerdo que era una situación agradable en muchos sentidos, mas no en todos. Digo “sólo” porque a partir de ese momento hay algún período de tiempo que no sé si no lo recuerdo o si nunca existió. Me hallé, entonces, sentado en una mesa, de madera, rodeado de gente. Entre la gente estaban esos amigos y ese amigo. Yo, incómodo, no sabía bien qué hacer. Y la mujer que besé estaba a mi izquierda, sentada sobre algo más alto, y abrazándome. Ella me abrazaba y yo intentaba que no se notara; ella se reía y yo hablaba.

Hablando algo relacionado con la constitución del estado israelí hace cincuenta años, miré a mi izquierda, hacia la ex polola de mi amigo. La vi y ella me vio, y nos miramos un rato. No sé qué estaba mirando ella, pero yo estaba mirando que ella ya no era ella, sino él, tenía el pelo corto, crespo y medio colorín, la cara cuadrada, y unos cuantos otros aspectos que no vale la pena mencionar. La (lo) miré otro poco y decidí que eso no era cierto. Así que seguimos con el tema del sionismo sanguinario, con el vodka, unos cigarros. Seguimos en eso y después ya sólo estaba aquél hombre de pelo largo que me hablaba mal de los israelitas, el vodka, y yo. Hablaba mal de todo y yo me sentí identificado, así que me paré y me retiré. Me retiré indignado.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Lejos lo más intenso que he leído en el último tiempo...

vodka maquiavélico.....

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