La ardua tarea del serenazgo

En el centro del Cuzco un borracho, gordo y sucio, duerme en la calle, de guata y sin zapatos. El serenazgo, de pié a uno metros, lo mira con tristeza. No es el primer borracho de la noche y no será el último, y ya está llegando al punto que le da lo mismo lo que hagan o no hagan los borrachos, las putas, los dealers, los turistas, las indígenas o lo niños que sin ir a la escuela saben tres idiomas. La descendiente del Inca Huaina Capac habla con el descendiente de Inca Atahualpa en la esquina. Ninguno teme del serenazgo ni del borracho, pero ambos pesan con las pocas ventas de la tarde y ella, siempre preocupada, le pregunta a él si su hijo ha ido a la escuela la última semana. Uno pregunta en quechua, el otro responde en español, mientras los hijos se ofrecen, en inglés, para limpiar los zapatos de los turistas. Dos serenazgos que venían caminando tranquilamente se topan con el borracho y se ríen de él. “¿Qué hará este borrachito aquí?” El borrachito se transforma rápidamente en borrachote. Con dificultad levanta su cuerpo del suelo y se acerca al primer serenazgo, que nada tenía que ver. Se saca la chaqueta, la lanza al suelo con absurda arrogancia y le grita al servidor público. -¡Eres un concha de tu madre! La cara de duda del oficial policial enfurece al borracho. Lanza un lento golpe que es esquivado con un leve movimiento de cuerpo y cae al suelo sin acertar. Cae, maldice desde el cemento, y se duerme. El serenazgo mira a sus colegas y los tres ríen. Luego proceden a levantar la chaqueta del borracho, que se había llenado de polvo en el suelo, la sacuden, la estiran, buscan documentos y no los encuentran. -¿Revisamos los bolsillos de los pantalones? -¿Para qué? -No sé… para saber quién es… -No, que duerma tranquilo. -Sí, que duerma tranquilo. Sin más, el grupo policial arropa al borracho con la chaqueta y se marcha, conversando en quechua; la indígena vende las primeras falopas de la noche y el niño le limpia los bototos a un alemán. -Two suns, please. El alemancito abre la billetera de cuero y le entrega cinco nuevos soles. -¡Guten avend! Desde el balcón de un bar dos jóvenes chilenos admiran la situación y siguen emborrachándose. Asombrados por la actitud de los organismos policiales, temen salir a la calle y caminar hasta el hotel, pero poco antes de que se acaben los vasos con vodka el borracho se levanta, maldice de nuevo y se acerca a una mujer que acababa de sentarse, borracha, con su novio borracho. El borracho se arrodilla frente a ella, le toma firmemente las rodillas y desliza sus manos hasta las nalgas de la víctima. Patada en el pecho, insultos, risas. Se van caminando y el borracho se queda nuevamente solo y dormitando. Un automóvil se detiene frente al borracho. Un taxi que no se nota que es taxi. Una mujer conduce, baja el vidrio y grita algo en quechua. El borracho responde con insultos y, después de otro breve intercambio de palabras se sube al auto. Se van. Los chilenos siguen emborrachándose. El taxi que no se nota que es taxi vuelve a los diez minutos. El borracho se baja y rápidamente insulta a un grupo de jóvenes que pasaba por el lugar. Los golpea, aparece el serenazgo, y lo obliga a sentarse en una banca. El borracho se pone de pie y nuevamente se saca la chaqueta y la tira al suelo. -¡Eres un concha de tu madre! Lanza otro golpe, de nuevo no acierta, de nuevo cae, de nuevo maldice, de nuevo se duerme. El serenazgo lo levanta y lo sienta, dormido, en la banca. Lo tapa con la chaqueta, ríe y se va. Los chilenos ríen y se van del bar. El borracho no está en la banca. Buscan con la mirada y lo ven intentando armar otra pelea con otro grupo de jóvenes. Se alejan rápidamente y vuelven a su hotel. Prenden la televisión. Ganó Zallaquet. Ganó Sabat. Ganó Berguer. Ganó Regginato. Apagan la televisión y duermen. En la mañana, temprano, han de partir a Machu Pichu.

1 comentarios:

Camilo Espinoza Mendoza dijo...

oye, weón. Aguante la Tía Coti. La comadre es del pueblo.

No sacó ni cuarto medio.

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