Dos cosas:


Jamás.
Cargado originalmente por Rigoberto Gonzáles
Por un lado, afirmaré que estaba mirando la luna. O sea, me paré a mirarla porque se veía bien bonita: estaba recién salida de detrás de la cordillera y estaba metiéndose a una nube, entonces se veía una forma extraña que apenas se parecía a una esfera, pero te dejaba intuirla. La miré, así, de lado y lado, y pensé que si uno se atañe rígidamente a las leyes de la física, no se podría decir eso que se dice del sol, que no es el sol el que se mueve sino la Tierra. Lo que sí se podría decir, es que es la luna la que se está moviendo, porque, respecto a mí, según yo, se está moviendo; lo que pase a mil millones de kilómetros me tiene sin cuidado, sólo que me genera una curiosidad culiá.

Lo otro es que me duele un poco el brazo, entonces empecé a moverlo de un lado a otro para descubrir la posición en que más me dolía y tratar de imaginarme cómo era la fractura, quebradura o hinchazón que me aquejaba. Lo estaba haciendo y pensé que ese dolor que sentía no lo estaba viendo, olfateando, escuchando, degustando o tocando, así que seguramente la sensación llegaba a mí desde otro sentido. O sea que no tenemos cinco sentidos, sino seis o siete o quién sabe cuántos. Y, en volá, es cosa de empezar a sentir con los otros sentidos y no con éstos cinco que podrían significar nada más que un imposición social, así como el lenguaje o las monedas.

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