La familia, como concepto cristiano-occidental, es una tontera incomprensible. No sé cómo a alguien alguna vez se le ocurrió que era esa la mejor forma de mantener a una sociedad estable. Podría aquí, para criticar “científicamente” a la familia, apelar a las cifras estadísticas de femicidios, divorcios, separaciones, etcétera; pero me esforzaré en plantear más una solución que una crítica, sin defenestrar ni alabar ni a la una ni a la otra.
Resulta que si nos declaramos liberales en el ámbito sexual y libertarios en el ámbito político-social, es decir, si declaramos que la búsqueda de la libertad es el concepto fundamental desde el cual se rigen nuestras acciones individuales y sociales, no podemos caer en la verticalidad estructuralista que nos impone el concepto de familia, tan fuertemente arraigado en la sociedad judeo-cristiana. Papá, mamá e hijos son lo que por éstos días rigen aquello que los libros de historia llaman el ‘núcleo social’. En el entendido de que el núcleo social ha de ser una estructura a través de la cual las personas se adaptan a la sociedad, tal como la adaptan otras estructuras –escolares, culturales, nacionales-, esta idea sería perfecta: un grupo de personas que te ‘enseña’ a vivir tranquilo en tu contexto. Pero, cada día más, nos damos cuenta que los conceptos tradicionales de las más variadas problemáticas sociales mutan para adaptarse a su contexto. En el contexto social en el que nos encontramos, el concepto de familia se muestra tan fallido como la teoría geocéntrica se mostraba después de los descubrimientos de Galileo. Como bien podría decir Kuhn, no es el humano el que cambia, sino su forma de observar. Cambiemos, pues, la forma de observar los métodos para lograr una sociedad estable, suponiendo, con más miedos que certezas, que es eso a lo que aspiramos.
Imagino que el núcleo de una sociedad estable no puede ser calificado como ‘estructura’. Basta con observar cualquier etapa histórica para notar que toda estructura propuesta (aunque casi siempre impuesta) se muestra fallida después de unos cuantos decenios, o siglos, en los casos más extraños. Cualquier revolución política, social o científica demuestra que alguna estructura se agotó, que el contexto obligó a buscar una nueva forma de ver el mundo. Lo que intentamos no es crear una nueva estructura. Intentamos demostrar que ésta en la que estamos se está acabando, y hemos de saber cómo reaccionar en el futuro.
El movimiento homosexual ha intentado una y otra vez, lográndolo en algunos países, conseguir que la ley admita dentro de sus parámetros el matrimonio entre dos personas del mismo sexo. Nosotros proponemos no sólo olvidarnos del género, sino también del número. Si la concepción de núcleo social no tiene por qué ser hombre-mujer, tampoco tiene por qué ser ‘un’ hombre con ‘una’ mujer.
Si nos remitimos al contexto sociocultural de la ‘familia’, nos damos cuenta que esta apuesta no está tan alejada de lo que se ha venido dando sobretodo en los sectores populares de escasos recursos. En ese contexto, los niños no crecen en su casa viendo a sólo a su papá y mamá todos los días; crecen viendo a tíos, abuelas o vecinos que en diversas ocasiones se ocupan de cuidar a los niños. La situación donde la ‘familia’ se mantiene unida según el esquema papá-mamá-hijos se realiza principalmente en contextos sociales adinerados, donde los hijos son criados más por el colegio que por los padres, y donde la nana desempeña el papel de cambiar de ropa a la guagua y hacerle la comida a los niños. Queremos con esto decir que el concepto familia no sólo es retrógrado, sino también clasista. ¿Dije que era sexista? Agréguese.
Si bien proponemos que el matrimonio no se rija ni por género ni por número, no criticamos al hombre que se quiera casar con la mujer. Así como Feyerabend considera al conocimiento como un mar de teorías incongruentes, incompatibles e inconmensurables, nosotros proponemos al matrimonio cristiano-occidental como una forma más de generar núcleos sociales. Pero cualquier otro, cualquier otro es tan bueno y necesario como éste.
Desde una visión utilitarista del tema, proponemos la eliminación del número en la concepción de núcleos familiares de forma que los sujetos sean capaces de satisfacer todas sus necesidades humanas: las biológicas, las sexuales, las sentimentales, las racionales. No hay motivo alguno para pensar que un humano va a encontrar todo lo que necesita en otro humano. Cuántas veces hemos escuchado críticas de parte de un esposo, de una polola, que hacen directa referencia a algo así como que la persona con la que están no tiene todo lo que él o ella necesita que tenga para hacerlo feliz.
Por otro lado, vemos que las condiciones sociales, políticas y ambientales del planeta que habitamos están en un claro proceso de crisis. Pese a los falsos testimonios de la prensa burguesa respecto a luchas populares y toma de armas de parte de un u otro sector social (me refiero a las reiteradas insurrecciones populares que se reprimen a sangre y fuego por todo el mundo, a los golpes de Estado que supuestamente ya no son típicos, a las sanguinarias invasiones imperialistas a tan diversos territorios y de tan diversas maneras), podemos notar que por todos lados la estructura se quiebra, vacila, se parcha, pero en ningún caso se mejora. De la misma forma lo hace el medio ambiente planetario en que vivimos: se resquebraja, muta a velocidades ridículas, se derrite, se congela, se quema, se ahoga.
Si hemos de crear un nuevo concepto, o un nuevo paradigma, que sea uno en el que se acepten todas las teorías, todas las formas, todas las ideas. “Todo Sirve”. Casémonos de a cinco, no tengamos hijos, recorramos el mundo sin destino, preparémonos para el futuro. Quememos la patria. Démonos cuenta de la superioridad del sentimiento solidario de los pueblos frente al egoísmo de las naciones. Emborrachémonos, culiémonos, gritemos. Derrotémoslo todo. Hagámoslo todo. Propongámoslo todo. Todo sirve. Amémonos todos, durmamos juntos, caminemos en grupos, tengamos hijos. Descubrámoslo todo, creamos en todo, al mismo tiempo, sin darnos cuenta. Aceptemos toda la información. Seamos católicos, budistas y animistas hoy. Empiristas y racionalistas mañana. Evolucionistas y politeístas después. “La revolución será nómade, compañeros”. Preparémonos. Para todo.
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Hace 3 años